Desigualdad invisible: La feminización de la pobreza

Vivimos en un momento en el que los conflictos, el cambio climático y las diferencias de la sociedad están afectando gravemente en el ámbito de la igualdad de género. Es por eso que para este 8M, ONU Mujeres hace un llamamiento para “Invertir en las mujeres, acelerar el progreso” con el objetivo de impulsar la implantación de un mundo igualitario. A pesar de eso, hay ciertas realidades que sufren desigualdades de gran repercusión y que requiere un esfuerzo humano global para abordarlo de manera urgente. Uno de esos desafíos cruciales es la feminización de la pobreza, un fenómeno que afecta desproporcionadamente a las mujeres en todo el mundo.

Poner fin a la pobreza es el primero de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Según Amnistía Internacional: “Entre sus metas está que todas las mujeres y hombres tengan los mismos derechos al aprovechamiento de los recursos económicos, así como acceso a los servicios básicos, la propiedad, el control de la tierra y otras formas de propiedad, la herencia, los recursos naturales, nuevas tecnologías y servicios financieros”. Sin embargo, estas metas están aún lejos de conseguir y si continúan las tendencias actuales, el informe de ONU Mujeres y UNDESA, Progreso en los Objetivos de Desarrollo Sostenible: El Panorama de Género 2023, indica que más de 340 millones de niñas y mujeres vivirán en pobreza extrema en 2030, es decir, aproximadamente el 8% de la población femenina mundial. Es aquí donde convergen el ODS 1 ‘Fin de la pobreza’ y el ODS 5 ‘Igualdad de género’ dando lugar a un problema invisibilizado, pero que sufren a nivel global: la feminización de la pobreza.

A pesar de los avances en la lucha por la igualdad de género, las mujeres siguen enfrentando desventajas económicas, sociales y culturales que las colocan en una posición de vulnerabilidad frente a la pobreza. El hecho de que la pobreza afecta más a mujeres y niñas es conocido como feminización de la pobreza y está relacionado con las barreras sociales, económicas, judiciales y culturales que provocan que las mujeres se encuentren más expuestas a este desafío. 

Dos desigualdades interconectadas, género y pobreza, que vulneran los derechos de las mujeres. La pobreza frena su independencia económica, el acceso a recursos o a derechos como la educación y la salud. Además, genera menos protección ante la violencia y suma más dificultades para participar de forma activa en la vida política.

A nivel global, las mujeres constituyen la mayoría de las personas que viven en condiciones de pobreza extrema. Este fenómeno se debe a una serie de factores que afectan de manera directa a las mujeres:

  1. Brecha salarial de género: suelen ganar menos que los hombres por el mismo trabajo o trabajo de igual valor, lo que limita sus ingresos y su capacidad para salir de la pobreza.
  1. Trabajo no remunerado: realizan una cantidad desproporcionada de trabajo no remunerado, como cuidado de hijos y labores domésticas, lo que reduce su participación en la fuerza laboral remunerada y limita sus oportunidades económicas.
  1. Acceso limitado a recursos: se enfrentan barreras en el acceso a la educación, la salud, la propiedad de la tierra y otros recursos, lo que dificulta su capacidad para generar ingresos y acumular riqueza.
  1. Violencia de género: La violencia de género, incluida la violencia doméstica y el tráfico de personas, puede dejar a las mujeres en situaciones de extrema vulnerabilidad económica y social.

La feminización de la pobreza tiene consecuencias devastadoras para las mujeres, sus familias y la sociedad en su conjunto. Algunas de ellas bastante significativas tales como: 

  • Una mayor vulnerabilidad, que va desde la inseguridad alimentaria y la falta de vivienda hasta la falta de acceso a la atención médica adecuada. 
  • Además del impacto en la salud, con la dificultad de acceso a servicios de atención médica adecuados que puede llevar a un mayor riesgo de enfermedades crónicas, malnutrición y problemas de salud mental, entre otros. 
  • Por otro lado, la educación y oportunidades limitadas, ya que ante la carencia de recursos económicos, el acceso a la educación básica y superior se dificulta, lo que limita las oportunidades de empleo y desarrollo profesional.
  • A su vez, la pobreza puede aumentar el riesgo de violencia de género para las mujeres, pueden ser más vulnerables a la violencia doméstica y la explotación sexual, y tener menos recursos para buscar ayuda y protección.
  • Asimismo, la feminización de la pobreza puede contribuir a la transmisión intergeneracional de la pobreza. Esto es debido a que suelen tener menos recursos para invertir en la educación y el bienestar de sus hijos, lo que perpetúa el ciclo de pobreza en futuras generaciones.

Abordar este problema requiere un enfoque integral que aborde las causas subyacentes de la desigualdad de género y garantice el acceso equitativo a recursos y oportunidades para todas las personas, independientemente de su género o situación socioeconómica. Al hacer frente a este desafío, empoderando a las mujeres económicamente y socialmente, podemos trabajar hacia un futuro en el que todas las personas, independientemente de su género, tengan la oportunidad de vivir una vida digna y próspera. Lo que impacta de manera directa en la consecución de la Agenda 2030 y la construcción de un mundo más sostenible.

En el Día Internacional de la Mujer, desde Fundación Hazloposible hacemos un llamado a la acción para enfrentar la feminización de la pobreza y trabajar hacia un futuro más justo e inclusivo para las mujeres. Juntos, podemos desafiar la brecha de género y construir un mundo donde toda la humanidad pueda alcanzar su pleno potencial. 

Únete a los diferentes proyectos, iniciativas, talleres, actividades y acciones puestas en marcha por las ONG que publican sus oportunidades en Hacesfalta.org, que hacen frente a las causas sociales derivadas de la desigualdad de género. 

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