Y con esta increíble experiencia terminamos nuestro particular homenaje a los voluntarios en esta semana tan especial. Concretamente, con un testimonio de voluntariado internacional… ¡Sigue leyendo!
Se puede hacer voluntariado a través de las actividades que propone la empresa, con una ONG en nuestro barrio o, también, hacer de nuestro viaje al extranjero una experiencia solidaria. Por esto último optó María, de Grupo Vips, que nos cuenta su experiencia para celebrar el Día Internacional del Voluntariado ¡Gracias, María!
«Por esos avatares de la vida, en una reunión de trabajo conocí a una ONG que organizaba viajes solidarios, Tumaini: tres chicas emprendedoras e innovadoras, que creen que se puede viajar de otra manera, dejando una huella diferente allá donde vas y, desde ese momento, supe que mi pareja y yo nos íbamos con ellas, no sabíamos muy bien ni a dónde ni cómo, pero sabíamos que nos íbamos.
Tardamos cuatro meses en organizar el viaje. En ese tiempo decidimos el destino, el norte de la India, y que el proyecto iba a ser trabajar con personas refugiadas tibetanas. Cuatro meses que empleamos a fondo para entender bien la realidad del conflicto tibetano (más de 50 años han pasado ya desde la invasión de China en Tíbet y el mundo sigue sin hacer nada…), el proyecto en el que queríamos trabajar y hacer el curso de voluntariado internacional que nos prepararía para esta inolvidable experiencia.
A finales de agosto nos fuimos destino a Dharamsala, en particular Mc Leod Ganj, un pueblecito pequeño que llaman el pequeño Tíbet en la falda del Himalaya indio. Es el lugar que India cedió al XIV Dalai Lama en el exilio para que pudiera acoger a todas las personas tibetanas que huían del país atravesando –a riesgo de sus vidas- la enorme cordillera del Himalaya.
Es muy difícil ponerle palabras a todos los sentimientos que se nos despertaron durante el mes que estuvimos allí. Nosotros fuimos a darlo todo, lo teníamos claro y ayudamos a la ONG en la que estuvimos en terreno, Tibet World, a montar un buen programa de voluntariado y a organizar e impartir una formación a todo el equipo de allí para que pudiesen desarrollar competencias y habilidades específicas. Dimos mucho, y es cierto que trabajamos a destajo, pero no fue nada al lado de todo lo que nos llevamos y de la transformación que ha provocado en mí lo vivido durante esas semanas.
Un mes en el que nos despojamos de todo, nos fuimos con una mochila con lo mínimo imprescindible y estuvimos viviendo en una pequeña habitación en la que no teníamos apenas nada. Y así fue descubrir que puedo vivir con nada y que no eché en falta nada. Vivir la enfermedad, sin médicos y sin medicinas, y descubrir de lo que es capaz mi cuerpo. Conversaciones, apasionantes conversaciones con las personas de allí, que tiene una luz especial en la mirada, gente que ha cruzado el Himalaya caminando, que no pueden hablar con su gente que se ha quedado en el Tíbet, que no saben si sus padres, hermanos, amigos están bien, pero que aún y así sonríen y equilibran las cosas de manera diferente. Tibetanos, de baja estatura pero muy grandes desde su fortaleza, y con una manera de enfrentarse al mundo y a la vida que hicieron que a mí se me tambaleasen todos los pilares de esto a lo que hemos llamado primer mundo o mundo desarrollado donde lo que nos caracteriza es la tristeza, el estrés, el agobio, la competitividad… ¿En qué nos estamos convirtiendo?
Fue apasionante descubrir la inmensidad del Himalaya, y sentirme tremendamente pequeña. A veces nos sentimos los amos del universo y apenas somos un pequeño punto…
Y entender que se puede vivir con tres palabras: paz, honestidad y compasión, las tres palabras que son clave para el pueblo tibetano y que desde el Dalai Lama en sus formaciones hasta el comerciante más humilde me servían de ejemplo sobre cómo se puede vivir con estos valores.
Han pasado varias semanas desde que volví y aún sigo aterrizando todo lo vivido. No está siendo fácil asimilar la experiencia y adaptarla a mi realidad del día a día, pero mi objetivo es que no me cambie mi nueva mirada y que no se me olvide todo lo que aprendí».
Sin duda, la historia de María nos ha despertado muchos sentimientos, pero sobre todo, admiración y ganas de superación. Gracias por compartirlo y por inspirarnos…
Desde el área de Voluntariado Corporativo de Hazloposible os damos las gracias a todas las empresas y voluntarios que guardáis hueco en vuestras agendas para el voluntariado. Somos un motor que mueve el mundo y nunca debe parar. Recuerda #VolunteersActFirst y nosotros seguiremos remando con todos vosotros.
¡Feliz Día Internacional del Voluntariado!